Muchas veces hemos oído que Jesús habría muerto en la cruz, aunque tan solo hubiera sido por uno de nosotros. A primera vista parecería que se trata de una exageración, pero leyendo atentamente el evangelio de hoy caemos en la cuenta de que así de extraordinario es el amor de su Sagrado Corazón. Así de extraordinario es el amor del corazón de este buen pastor que ha venido a dar la vida en rescate por las ovejas de su rebaño. Jesús dice que el pastor ama tanto a la oveja perdida que no mide en su empeño por encontrarla; es capaz de abandonar noventa y nueve en el campo para poder salir en busca de la pérdida.
Y es que el amor de Dios ya se nos había revelado en el Antiguo Testamento, como queda preciosamente expresado en la primera lectura de hoy, del profeta Ezequiel. Dios tiene un corazón lleno de amor para su pueblo: Como un pastor sigue el rastro de su rebaño cuando se encuentra las ovejas dispersas, así seguiré yo el rastro de mis ovejas; y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron, el día de los nubarrones y de la oscuridad? Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear? Buscaré las ovejas perdidas, haré volver a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas?? Benedicto XVI en su encíclica sobre el amor nos dice: ?La verdadera originalidad del Nuevo Testamento no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito. Tampoco en el Antiguo Testamento la novedad bíblica consiste simplemente en nociones abstractas, sino en la actuación imprevisible y, en cierto sentido inaudita, de Dios. Este actuar de Dios adquiere ahora su forma dramática, puesto que, en Jesucristo, el propio Dios va tras la oveja perdida, la humanidad doliente y extraviada. Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca la dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan, ayuda a comprender que Dios es amor. Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar (Deus Caritas est n. 12).
En la segunda lectura, San Pablo nos aclara quién es en verdad la oveja descarriada: es la persona que se aleja de Dios, la que lo rechaza y le da la espalda. Por eso decir que Dios es amor, es entender que antes de que nosotros podamos amar, Él siempre nos ha amado primero. El amor del corazón de Jesús, el amor del buen pastor no se basa por tanto en una reciprocidad: es un amor gratuito y precedente, que solo mediante su entrega plena y total pretende provocar una respuesta, una correspondencia. ?Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores? Solo la oveja salvada que vuelve a casa sobre los hombros de su pastor comienza a ver lo preciosa que es para el pastor y hasta dónde llega su amor por ella. San Pablo nos invita a caer en la cuenta de que estamos a salvo cuando nos refugiamos en este Sagrado Corazón de Jesús, cuando nos amparamos en este amor que nos ha reconciliado.
En esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, le pedimos al Señor esa comprensión profunda, ese conocimiento interno de su amor, como el que han tenido los santos, los místicos y los poetas de todos los tiempos precedentes. Que podamos comprender mínimamente la locura de su amor, la infinita pasión de Dios por su criatura, del pastor por su rebaño. Que podamos comprender, aunque sea mínimamente, el dolor de su Corazón ante la posible pérdida siquiera de uno solo de nosotros. Dios no se conformaría con que salven muchos, porque no es indiferente a la ruina de nadie. Disfrutemos de unos pocos versos del libro: El pòrtic del misteri de la segona virtut (la esperanza), de Charles Péguy:
Así el Salvador, así el Buen Pastor, quiere decir, que se preocupa bien de las ovejas.
Vuelve a llevar a hombros a esta oveja que se había perdido.
Para que las piedras del camino no hieran más sus patas heridas.
Para que haya más alegría en el cielo por un pecador que vuelve,
que por cien justos, que nunca se han marchado.
Con tal de que los cien justos, que nunca se han ido, se hayan quedado.
Y se hayan quedado en fe y en caridad.
Pero el pecador que se ha ido, y que ha estado a punto de perderse,
por su propia cuenta, pero, para que no falte al silbido en el anochecer,
le ha hecho revivir el temor, y así, ha hecho brotar la misma esperanza
en el corazón de Dios mismo,
en el corazón de Jesús.
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